Arranca un nuevo año y con él llega la renovación de la esperanza, el júbilo del renacer de nuestros anhelos más profundos, la dicha de una vida que pretendemos revolucionar de arriba a abajo aunque el ímpetu sólo nos dure apenas la primera semana. O no. Porque sólo de nosotros depende que de una vez por todas empecemos a tachar cosas de aquella lista de propósitos que hicimos hace años, muchos años, y que después sólo nos dedicamos a posponer, olvidar o, en el peor de los casos, dar por perdida. Sin embargo tenemos ante nosotros la oportunidad de reinventarnos cada día, de poner el contador a cero y lanzarnos a conquistar la vida que de verdad deseamos. Esa con la que soñamos cuando estamos en mitad de un atasco de vuelta a casa, cansados por el día largo, duro y tedioso que se parece tanto al de ayer y posible y desgraciadamente, al de mañana.
Futuro
La hora de los valientes
Ha llegado tu turno. El destino, la vida, el cosmos o como quieras llamarlo, ha querido que éste sea tu momento. Que saques todo tu potencial y dejes aflorar la verdadera pasión que sientes bien adentro. Esa que cada noche, justo antes de dormir, te lleva a imaginarte disfrutando de una vida totalmente nueva. Esa que hace que te veas siendo dueño de tu propio destino, asombrando al mundo con tu talento, aunque durante mucho tiempo lo hayas mantenido oculto.
Empieza a forjar tu futuro
Con la entrada del nuevo año y el contador de propósitos a punto de estallar a escala global, resulta un buen momento para cerrar los ojos, observar todo lo aprendido en los pasados 12 meses, plasmar por escrito todo aquello que te gustaría cumplir en el nuevo ciclo y, por último, visualizar tu vida a futuro. Porque la vida, en definitiva, es ir poniéndose retos. Algunos se superarán, otros no. Pero el simple hecho de fijarse unos objetivos y luchar por ellos nos mantiene vivos.
De emprendedores y causas
Si hay algo por lo que las tardes de verano se hacen un poco menos pesadas es por el maravilloso tiempo que de pronto encuentras para poder saborear unas cuantas páginas del último libro que cayó en tus manos. De hecho, habrá estudios al respecto, pero parece que las Navidades deben ser la época del año en la que más libros se venden, mientras que el verano debe ser la época del año en la que más libros se leen. Y es que pocas cosas hay más placenteras que encontrar una de esas frases lapidarias que se hallan buceando entre las páginas de un buen libro, dejarte llevar por ella y alzar al vista al cielo azul para reflexionar sobre su contenido y significado. Frases, como la que hoy origina la reflexión de este post:
«Si cada uno de nosotros barriera la puerta de su casa, este mundo sería un lugar limpio». (Madre Teresa de Calcuta).
De la zona de confort, a la zona de emoción
Siempre se ha dicho que el ser humano es un animal de costumbres. Que es más fácil destruir cien hábitos que crear uno nuevo. Que las manías no las curan los médicos. Que somos los únicos capaces de tropezar dos veces con la misma piedra. Y seguramente es cierto. Sin embargo, lo que no se suele escuchar tanto a pesar de que tiene la misma relevancia que la sentencia anterior es que, además de ser animal de costumbres, el ser humano es animal de fácil «acostumbre» y eso, en los tiempos en los que nos ha tocado vivir, puede ser un verdadero peligro.
La era del Postcapitalismo
Pese a que todavía hay personas que se niegan a asumirlo y se aferran a teorías tan aparentemente esperanzadoras como intencionadamente encubiertas, la situación en la que nos desenvolvemos desde hace aproximadamente cuatro años poco tiene que ver con una simple crisis de la que un día saldremos y todo volverá a ser como antes. No. Nada de eso. Lo que estamos viviendo no es nada más y nada menos que un cambio de paradigma, una revolución o, más bien, una «re-evolución» que nos empuja a un cambio de era, a un nuevo escenario desconocido, pero necesario dados los elevados índices de corrupción, desigualdad o injusticias que veníamos tolerando con los años y que poco a poco se han sumido en una suerte de explosión concatenada. Read more
La travesía del desierto del emprendedor
Todo ocurre por algo. Cuatro palabras que en apariencia dicen poco, pero que sólo los que las padecen saben que esconden un enigma poderoso. Un misterio que nos mueve de la desesperación absoluta hasta la serenidad aparente cuando logramos comprender que incluso lo presumiblemente más aleatorio responde a una ley tan simple como inequívoca: toda causa tiene su efecto y todo efecto proviene de una causa. Corren tiempos complejos, en los que si algo brilla por su ausencia son las certezas y, por el contrario, nadamos entre ríos de inseguridades y la inestabilidad se apodera de nuestro quehacer cotidiano en el plano profesional y personal. Lo que antes sirvió, hoy se traduce en esfuerzo inútil, mientras surgen nuevos retos que solventar a diario. Sin embargo hay lugar para la esperanza, espacio para la creación y determinación por cambiar las normas. Sólo es cuestión de volver a las cuatro palabras del principio: «Todo ocurre por algo». Pero… ¿por qué?
Es tiempo de crear
El ser humano posee una característica que lo hace único y le otorga una capacidad que le aproxima lo máximo posible al mundo de los dioses. Una cualidad que le otorga el derecho a proclamarse como genio. Una destreza innata, que unos desarrollan más que otros, y que le proporciona todo lo necesario para poder cambiar el curso de la historia una y otra vez a través de los siglos. Y esta característica propia no es otra, que la capacidad humana de CREAR. Crear para poder avanzar y soñar con nuevas posibilidades, nuevas metas que nos empujen hacia un nuevo horizonte y nos inviten a romper las barreras mentales de una época o circunstancia histórica determinada. Y esta capacidad, tan única y potente, se encuentra al alcance de cada uno de nosotros y lograrla es sólo cuestión de lanzarse y probar, de experimentar, de equivocarse, aprender y volver a tentar a la suerte aplicando lo aprendido.
Haz algo más y di algo menos
Con el año recién iniciado es momento de marcarse metas, de buscar diez propósitos para terminar haciendo uno (con suerte), de sentir que tienes todo el tiempo por delante y la energía suficiente como para comerte el mundo, un año más. A riesgo de realizar un esfuerzo en balde, este año hay que sumar el desconcierto que genera el 2012 y toda la teoría que lo acompaña entre mayas, calendarios, finales apoteósicos, meteoritos y revoluciones. Como si el fin del mundo no lo estuviésemos viviendo ya desde hace algunos años… De hecho, seguro que dentro de algunas décadas, cuando se estudie nuestra época, los libros narrarán un cambio de era, una revolución interna a escala global, un salto de dimensión de la que no somos del todo conscientes mientras sucede, lenta y silenciosa, en nuestro día a día, pero todo esto es tema de otro post. Sin embargo, lejos de teorías conspiranoicas o de mensajes positivos gratuitos, me propongo romper una lanza en favor del 2012 como el año de la acción, no sé si por necesidad personal, o por aquello de poder quebrar de una vez la cáscara del huevo que cada día nos oprime más y más a los que, sin más ánimo que el de intentar afrontar una situación descorazonadora y salir adelante, buscamos contagiar un optimismo suicida.
De telebasura a teledroga
Hace tiempo que le vengo dando vueltas a una teoría. Una macabra, conspiranoica y desgraciada teoría de la que cada vez estoy más seguro. Y no, no es ninguna novedad, no voy a descubrir nada nuevo, ni mis palabras van a parecer un mensaje del más allá. Seré claro, directo y simple: el siguiente paso de la telebasura es la teledroga. ¿Y en qué consiste la teledroga? En añadirle una pizca de componentes adictivos a la ya de por sí destructiva telebasura para amplificar sus efectos y terminar de convertirla en una autiéntica arma de destrucción mass-iva.