Arranca un nuevo año y con él llega la renovación de la esperanza, el júbilo del renacer de nuestros anhelos más profundos, la dicha de una vida que pretendemos revolucionar de arriba a abajo aunque el ímpetu sólo nos dure apenas la primera semana. O no. Porque sólo de nosotros depende que de una vez por todas empecemos a tachar cosas de aquella lista de propósitos que hicimos hace años, muchos años, y que después sólo nos dedicamos a posponer, olvidar o, en el peor de los casos, dar por perdida. Sin embargo tenemos ante nosotros la oportunidad de reinventarnos cada día, de poner el contador a cero y lanzarnos a conquistar la vida que de verdad deseamos. Esa con la que soñamos cuando estamos en mitad de un atasco de vuelta a casa, cansados por el día largo, duro y tedioso que se parece tanto al de ayer y posible y desgraciadamente, al de mañana.
Éxito
La hora de los valientes
Ha llegado tu turno. El destino, la vida, el cosmos o como quieras llamarlo, ha querido que éste sea tu momento. Que saques todo tu potencial y dejes aflorar la verdadera pasión que sientes bien adentro. Esa que cada noche, justo antes de dormir, te lleva a imaginarte disfrutando de una vida totalmente nueva. Esa que hace que te veas siendo dueño de tu propio destino, asombrando al mundo con tu talento, aunque durante mucho tiempo lo hayas mantenido oculto.
¿Y si el dinero no importara?
Hace días que va rodando con fuerza por la red un vídeo de esos que aparecen cada tanto y nos invitan a soñar despiertos, nos remueven, nos cuestionan más que nos solucionan. Uno de esos que nos hace replantearnos la realidad, o lo poco que va quedando de ella. El vídeo, se basa en un pequeño discurso de Alan Watts en el que muestra su visión acerca de una de las cuestiones más profundas a la que un ser humano debe dar respuesta durante su devenir en este mundo: ¿A qué dedico mi tiempo, mi esfuerzo, mis días…mi vida? ¿Qué haría si realmente el dinero no fuese el propósito? Tal vez porque la situación actual empuje a una movilización global de conciencias, o tal vez porque estamos ciertamente en una suerte de despertar a nivel cada vez más consciente, lo cierto es que últimamente van apareciendo más y más voces que vienen a hacernos replantear el status-quo y a invitarnos a reflexionar en aras de un cambio profundo y transformador.
Empieza a forjar tu futuro
Con la entrada del nuevo año y el contador de propósitos a punto de estallar a escala global, resulta un buen momento para cerrar los ojos, observar todo lo aprendido en los pasados 12 meses, plasmar por escrito todo aquello que te gustaría cumplir en el nuevo ciclo y, por último, visualizar tu vida a futuro. Porque la vida, en definitiva, es ir poniéndose retos. Algunos se superarán, otros no. Pero el simple hecho de fijarse unos objetivos y luchar por ellos nos mantiene vivos.
De la zona de confort, a la zona de emoción
Siempre se ha dicho que el ser humano es un animal de costumbres. Que es más fácil destruir cien hábitos que crear uno nuevo. Que las manías no las curan los médicos. Que somos los únicos capaces de tropezar dos veces con la misma piedra. Y seguramente es cierto. Sin embargo, lo que no se suele escuchar tanto a pesar de que tiene la misma relevancia que la sentencia anterior es que, además de ser animal de costumbres, el ser humano es animal de fácil «acostumbre» y eso, en los tiempos en los que nos ha tocado vivir, puede ser un verdadero peligro.
El ‘fracáxito’ de tu vida
Ponerte a comparar la situación de tu entorno con la de otro, no es un ejercicio recomendable e incluso puede resultar dañino, si por «tu entorno» debe entenderse «España» y si la situación a comparar es todo aquello relacionado con emprender. Y no es sólo que quienes nos dirigen o pastorean (creo que este término es cada vez más acertado y fiel a la realidad que vivimos) no estén siendo capaces de comprender que nos encontramos en un nuevo entorno con unas nuevas reglas de juego y un escenario futuro que en nada se asemejará al que nos rodeaba antes del gran maremoto en el que todavía nos hallamos inmersos, no. Tampoco es que esos mismos que dijeron digo y ahora dicen Diego tengan toda la responsabilidad, aunque sí su mayor parte. Pero la triste realidad es que, conforme pasan los días, España va dando otro paso atrás en relación a su capacidad para poder competir en el nuevo marco que ya rige y regirá los entresijos de las relaciones económicas, laborales, sociales y culturales de un futuro cada vez más presente. Read more
Una Startup llamada vida
Son tiempos «nuevos», extraños, complejos, olvidados-aunque-ya-vividos, difíciles… interesantes. De pronto, parece como si la Tierra hubiese comenzado a girar alrededor de otro astro que en lugar de luz, calor y vida, sólo aporta tenebrosidad, frialdad y muerte, sea ésta en forma literal o figurada (léase muerte de lo establecido, muerte del empleo, muerte de lo permanente, muerte del estado de bienestar, muerte de la confianza, muerte de lo [ponga aquí su indignación propia]).
La travesía del desierto del emprendedor
Todo ocurre por algo. Cuatro palabras que en apariencia dicen poco, pero que sólo los que las padecen saben que esconden un enigma poderoso. Un misterio que nos mueve de la desesperación absoluta hasta la serenidad aparente cuando logramos comprender que incluso lo presumiblemente más aleatorio responde a una ley tan simple como inequívoca: toda causa tiene su efecto y todo efecto proviene de una causa. Corren tiempos complejos, en los que si algo brilla por su ausencia son las certezas y, por el contrario, nadamos entre ríos de inseguridades y la inestabilidad se apodera de nuestro quehacer cotidiano en el plano profesional y personal. Lo que antes sirvió, hoy se traduce en esfuerzo inútil, mientras surgen nuevos retos que solventar a diario. Sin embargo hay lugar para la esperanza, espacio para la creación y determinación por cambiar las normas. Sólo es cuestión de volver a las cuatro palabras del principio: «Todo ocurre por algo». Pero… ¿por qué?
Es tiempo de crear
El ser humano posee una característica que lo hace único y le otorga una capacidad que le aproxima lo máximo posible al mundo de los dioses. Una cualidad que le otorga el derecho a proclamarse como genio. Una destreza innata, que unos desarrollan más que otros, y que le proporciona todo lo necesario para poder cambiar el curso de la historia una y otra vez a través de los siglos. Y esta característica propia no es otra, que la capacidad humana de CREAR. Crear para poder avanzar y soñar con nuevas posibilidades, nuevas metas que nos empujen hacia un nuevo horizonte y nos inviten a romper las barreras mentales de una época o circunstancia histórica determinada. Y esta capacidad, tan única y potente, se encuentra al alcance de cada uno de nosotros y lograrla es sólo cuestión de lanzarse y probar, de experimentar, de equivocarse, aprender y volver a tentar a la suerte aplicando lo aprendido.
Haz algo más y di algo menos
Con el año recién iniciado es momento de marcarse metas, de buscar diez propósitos para terminar haciendo uno (con suerte), de sentir que tienes todo el tiempo por delante y la energía suficiente como para comerte el mundo, un año más. A riesgo de realizar un esfuerzo en balde, este año hay que sumar el desconcierto que genera el 2012 y toda la teoría que lo acompaña entre mayas, calendarios, finales apoteósicos, meteoritos y revoluciones. Como si el fin del mundo no lo estuviésemos viviendo ya desde hace algunos años… De hecho, seguro que dentro de algunas décadas, cuando se estudie nuestra época, los libros narrarán un cambio de era, una revolución interna a escala global, un salto de dimensión de la que no somos del todo conscientes mientras sucede, lenta y silenciosa, en nuestro día a día, pero todo esto es tema de otro post. Sin embargo, lejos de teorías conspiranoicas o de mensajes positivos gratuitos, me propongo romper una lanza en favor del 2012 como el año de la acción, no sé si por necesidad personal, o por aquello de poder quebrar de una vez la cáscara del huevo que cada día nos oprime más y más a los que, sin más ánimo que el de intentar afrontar una situación descorazonadora y salir adelante, buscamos contagiar un optimismo suicida.