Pese a que todavía hay personas que se niegan a asumirlo y se aferran a teorías tan aparentemente esperanzadoras como intencionadamente encubiertas, la situación en la que nos desenvolvemos desde hace aproximadamente cuatro años poco tiene que ver con una simple crisis de la que un día saldremos y todo volverá a ser como antes. No. Nada de eso. Lo que estamos viviendo no es nada más y nada menos que un cambio de paradigma, una revolución o, más bien, una «re-evolución» que nos empuja a un cambio de era, a un nuevo escenario desconocido, pero necesario dados los elevados índices de corrupción, desigualdad o injusticias que veníamos tolerando con los años y que poco a poco se han sumido en una suerte de explosión concatenada.
El modelo capitalista, tal y como lo conocemos, tiene los días contados. La permanencia de un sistema que se ha deteriorado con el paso del tiempo y se ha desvirtuado hasta límites insospechados no se contempla en un entorno como el actual, en el que lo que comienza como pequeñas revoluciones acaba convirtiéndose en movimientos globales que amenazan la existencia del mundo tal y como lo conocemos. Afortunadamente. Porque detrás del bonito telón de felicidad y abundancia se escondía la cruda realidad de un planeta exprimido por la arrogancia, de un sistema corrompido por la avaricia y de una humanidad perdida por el camino. Pero siempre que se trata de seres humanos hay lugar para la esperanza. Y frente a aquellos que aprovechan los momentos de debilidad de un sistema para tratar de volver a instaurar otros igual de estancados y caducos, muchos apostamos por un nuevo orden, por un porvenir de esperanza, justicia, razón y emoción. Por un planeta que se pueda sentir orgulloso de sus habitantes, y unos habitantes que puedan hacer lo propio con su hogar, con sus negocios o con sus relaciones sin que la sombra de la sospecha les persiga.
Algo está cambiando y todo cambio siempre es para mejor. Lo que ocurre es que, como todo en la vida, precisa de tiempo y perspectiva para poder encajar los puntos y poder analizar las causas y consecuencias con un ápice de sentido común. La era del postcapitalismo se aproxima y somos muchos los que esperamos su llegada. Pero no como simple crítica a un sistema que durante años ha funcionado, sino como la esperanza de que la humanidad es siempre capaz de avanzar hacia sistemas más justos y evolucionados, que hagan de su existencia un tránsito con más sentido y trascendencia.