La velocidad a la que las cosas suceden, se conocen y se comentan en el mundo actual es tremendamente más vertiginosa de lo que lo era hace apenas una década. El «está pasando» ya no tiene sentido si no va seguido del «…y se lo estamos contando» y pocas cosas se vuelven más evidentes que la caducidad de un periódico de papel, ya no al día siguiente, sino en el mismo instante posterior al que las rotativas que lo han hecho nacer se detienen una vez concluido su trabajo nocturno. Y en este nuevo paradigma en el que el análisis se reduce al tiempo que tarda el siguiente «twitt» en aparecer en tu «timeline», el verbo pensar ya no es una invitación a la reflexión y al distanciamiento crítico, sino más bien una suerte de ley que te obliga a actuar y a hacerlo, además, lo más rápido posible. Pensar es hacer y hacer, además, rápido.
En un entorno como este, en el que además de todos los ingredientes anteriores hay que sumar el de la globalización, surge un nuevo escenario en el que la acción se antepone al análisis y la única manera de llegar a tiempo y gozar del poder del pionero es teniendo la capacidad y la agilidad de poder lanzar tu producto -sea éste una noticia o el próximo proyecto de éxito en internet- con la mayor celeridad posible, para ir mejorándolo poco a poco después. Tanto es así que ya no se concibe aquello de que el mejor producto es el mejor acabado y se sustituye este tipo de pensamiento por otro que apunta a que, efectivamente, hoy en día el mejor producto es el que llega a tiempo.
Sin embargo, para tener esa opción y poder llegar a tiempo -recuerda que tu competencia es tanto ahora la empresa de tu sector de la acera de enfrente, como la empresa de tu sector de un rincón perdido de la India- se necesita algo tan básico, como difícil de conseguir y que, sin embargo, una vez logrado se convierte en el desencadenante de todo un proceso posterior en el camino hacia la meta. Y ese algo que se necesita y es tan complicado en ocasiones de lograr no es otra cosa que atreverse a dar el primer paso. Si, como hemos visto, pensar ahora es hacer y en un escenario sumamente globalizado tiene más posibilidades de éxito el que llega a tiempo y no tanto el mejor, atreverse a dar el primer paso -y/o encontrar a alguien que te ayude a hacerlo- se convierte en el elemento crítico del que depende el éxito de tu proyecto. Y de la misma manera que un nadador profesional se enfrenta a la duda y la incomodidad de situar sus pies en el abismo del trampolín aún cuando sabe que tal vez el agua esté fría o sus músculos ya están cansados pero aún así se decide a lanzarse, también el emprendedor debe decidirse a situar sus pies en el abismo del trampolín de la vida, respirar profundo y atreverse a saltar, porque sólo haciéndolo logrará entrar en esa dinámica de progresión hacia el éxito.
Es hora de lanzarse. De actuar. De sacar ventaja de la cantidad de oportunidades que el mundo nos ofrece a diario. De dar el primer paso. Porque sólo paso a paso se llega a superar el recorrido. Y como en los buenos viajes, el aprendizaje no se encuentra sólo en el destino, sino en el propio transcurrir. Así que hoy, más que nunca, «caminante no hay camino…se hace camino al andar.»
Fromanteel – Dreams of Time from Fromanteel on Vimeo.