A veces, en la vida, nos empeñamos en llenar nuestro tiempo con cosas que no nos hacen felices. Sentimos la urgencia de llenar nuestras agendas como si tenerla más ocupada fuera siempre el resultado de ser más importante. Olvidamos que las reuniones o los consejos de administración no marcarán el devenir de nuestro espíritu ni de nuestras emociones profundas. Olvidamos que las últimas noticias de la prensa o la televisión no nos enseñarán a ser más felices. Olvidamos, en definitiva, que la vida es otra cosa.
La felicidad será sin duda el regalo estrella de estas navidades. De éstas y de las 2010 anteriores. Y cuando algo tan importante como la felicidad se convierte en mercancía, es como quien intenta comprar amor con dinero: podrá seguir engañándose durante un tiempo pero tarde o temprano acabará solo. Solo y arruinado. La felicidad, como dice Punset, se encuentra en la antesala de la felicidad. Es el paso previo que nos mantiene estimulados para llegar a conseguir nuestros sueños. El combustible que nos da la energía necesaria para seguir avanzando. El problema es que, al igual que ocurre con los automóviles, un combustible equivocado acaba gripando el motor. Y eso es precisamente lo que les pasa a muchos. Empachados de una falsa felicidad material e impuesta, acaban por ver cómo sus vidas se apagan como un motor gripado. Y es que, de nuevo, la vida es otra cosa.
La vida es disfrutar de los pequeños detalles, de la magia del momento, de la chispa del encuentro, de la sencillez de lo cotidiano y de la belleza de lo eterno. Es querer cambiar el mundo empezando por uno mismo. Es comprender que nuestro nivel de felicidad es directamente proporcional al nivel de felicidad que generamos en el prójimo. Es darse cuenta de que el bien siempre vence al mal. De que todo ocurre por algo. De que antes o después la verdad acaba cayendo por su propio peso. Y sólo cuando empiezas a darte cuenta de esto, comienzas a comprender que, efectivamente, la vida, como la felicidad, es otra cosa. Una cosa mucho más sencilla y a la vez intensa. Una cosa mucho más divertida y a la vez enriquecedora. Una cosa, en definitiva, más plena.
Así que empieza a ser feliz. Sé feliz en tu día a día. En tu trabajo. En tu casa. En el atasco de cada mañana. Empieza a comprender que sólo tú marcas las reglas del juego de tu vida y que sólo de ti depende irte a dormir cada noche sabiendo que tu día valió la pena. Porque ahora ya sabes que valer la pena no es sólo saber si tuviste éxito en el trabajo, sino saber y sentir que tuviste éxito en exprimir un día más de tu vida en busca de la felicidad verdadera.