Con el año recién iniciado es momento de marcarse metas, de buscar diez propósitos para terminar haciendo uno (con suerte), de sentir que tienes todo el tiempo por delante y la energía suficiente como para comerte el mundo, un año más. A riesgo de realizar un esfuerzo en balde, este año hay que sumar el desconcierto que genera el 2012 y toda la teoría que lo acompaña entre mayas, calendarios, finales apoteósicos, meteoritos y revoluciones. Como si el fin del mundo no lo estuviésemos viviendo ya desde hace algunos años… De hecho, seguro que dentro de algunas décadas, cuando se estudie nuestra época, los libros narrarán un cambio de era, una revolución interna a escala global, un salto de dimensión de la que no somos del todo conscientes mientras sucede, lenta y silenciosa, en nuestro día a día, pero todo esto es tema de otro post. Sin embargo, lejos de teorías conspiranoicas o de mensajes positivos gratuitos, me propongo romper una lanza en favor del 2012 como el año de la acción, no sé si por necesidad personal, o por aquello de poder quebrar de una vez la cáscara del huevo que cada día nos oprime más y más a los que, sin más ánimo que el de intentar afrontar una situación descorazonadora y salir adelante, buscamos contagiar un optimismo suicida.
2012 viene con la energía del cambio, de la transformación y de la acción. Ha llegado el momento de salir a dar el primer paso y de comenzar a reconstruir los sueños que se han encargado de rompernos en mil pedazos durante los últimos años. El momento de afrontar el devenir con determinación, como quien confía en su porqué sin importarle demasiado el cómo. Porque quien tiene lo primero, siempre acaba encontrando lo segundo. Así que pongámonos manos a la obra, codo con codo o en la soledad de un escritorio de madrugada, pero actuemos. Dejemos la incubación atrás y demos la bienvenida a la ejecución. Rompamos con el desasosiego y abrámonos de par en par a la voluntad y el sacrificio. A las oportunidades. A la vida.
Echemos la vista atrás y sintámonos orgullosos de lo logrado hasta ahora, para retomar las fuerzas que nos han arrebatado a golpe de noticiero y armémonos con optimismo, pasión y entusiasmo, pues sólo con esas armas seremos capaces de salir ahí afuera y recomponer lo dinamitado. Aportemos. Construyamos. Soñemos. Y jamás dejemos de movernos. Sintamos más y discutamos menos. Hagamos más y digamos menos. Y entretanto, disfrutemos como nunca del camino. Del camino de ser libres en un mundo nuevo plagado de retos, pasiones y sueños. Pero eso sí, mientras esos sueños sigan siendo eso, sueños, no los contemos demasiado, no sea que acabemos dándolos por cumplidos antes de tiempo.