Hace tiempo que le vengo dando vueltas a una teoría. Una macabra, conspiranoica y desgraciada teoría de la que cada vez estoy más seguro. Y no, no es ninguna novedad, no voy a descubrir nada nuevo, ni mis palabras van a parecer un mensaje del más allá. Seré claro, directo y simple: el siguiente paso de la telebasura es la teledroga. ¿Y en qué consiste la teledroga? En añadirle una pizca de componentes adictivos a la ya de por sí destructiva telebasura para amplificar sus efectos y terminar de convertirla en una autiéntica arma de destrucción mass-iva.
Si la calidad de la educación y el nivel intelectual de un país se midiese en base a la calidad de su televisión España (ohh, qué extraño) sería (¿sería?) el hazmerreír del resto de países. Cada vez es más triste darle al «on». Ahora ya no importa la hora o la cadena. Apostaría algo realmente preciado a que te resulta tremendamente complicado encontrar un sólo minuto de buena televisión. Y no hablo de la forma, que mejora con el tiempo y confunde todavía más a las masas, sino del contenido o, más bien, de la generalizada ausencia del mismo. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, programas carentes de tal contenido permanecen temporada tras temporada en antena alimentando el circo y destruyendo cada vez más el panorama mediático español, arrastrando consigo a la población y su nivel intelectual, su cultura, sus modales y su educación.
Vivimos en un país en el que para ver buen contenido hay que pagar y contratar uno de esos paquetes de canales por satélite o cable que ofrecen espacios de calidad y entre los que todavía se encuentran auténticas joyas audiovisuales, o bien renunciar a lo primero y lanzarse a la red como quien busca desesperado agua tras un largo viaje por el insípido desierto de la parrilla televisiva. También puedes jugar a la ruleta rusa y poner La2 de vez en cuando para probar suerte. Y aunque a veces la encontrarás, seguirás queriendo pagar para multiplicar el efecto y tus oportunidades de fortuna.
En cualquier caso, y volviendo al tema de la teledroga, confiemos en que al igual que con la droga auténtica, esa que atonta, daña y acaba con las personas (¿no hacía lo mismo la teledroga?), llegue un día en el que alguien con valor intente de verdad poner la primera piedra o, en este caso, quitarla, para que se venga abajo el gran circo mediático que existe hoy en día, con sus traficantes, sus fieras y sus payasos. Incluso, quién sabe, a lo mejor así hasta empezamos a ver menos porros y más libros entre la juventud.
Television is a drug. from Beth Fulton on Vimeo.